Powered By Blogger

lunes, 20 de diciembre de 2010

Reivindicación del pedorreo

Estoy harto, siento la urgencia irreprimible de pronunciarme con franqueza. ¿Cuántas veces he tenido que reprimir el sonoro clamor de mis intestinos, por la sola necedad de guardar la compostura? Señores, eso que se empeñan en que guarde, lastima mis entrañas y, en el primer momento de privacidad se rebela estentóreo, con una potencia, un ímpetu, sólo sé que mi espíritu es fuerte.
Algunos dirán sobre lo desagradable, y en todo caso poco atractivo que éstos aires pueden ser, díganlo cuánto quieran, pero no podrán negar, que los suyos, en privado, los catan, todos hemos olido de nuestro interior, al igual que vemos nuestra mierda en el excusado; tiene uno que saber qué tal cayó la comida, los detalles del proceso de digestión, ¡qué manifestación tan airosa la de nuestro reprimido interior!

Llamo a los hombres y mujeres que día a día modelan lo correcto a que no le teman ni a la censura ni al fracaso, no teman, pues ellos siempre han acompañado en un inicio los más grandes logros. Tan sólo recuerden cómo se sintieron los primeros en postular el heliocentrismo  -la sociedad los tildó de ignorantes- o la esferidad chipotuda de nuestra bellísima tierra - herejía en otro tiempo-. Aceptemos nuestro aroma, comparémoslo, perdamos el asco, pues es innecesario.
Traten de imaginar el éxito, el verdadero placer de lo que el ímpetu, de lo que la voluntad de un espíritu valiente puede hacer. No teman compañeros de rebeldía entrañable, den libre marcha a su tras, dejen fluir su espíritu aunque a los demás no les agrade. ¡Reivindiquemos nuestro intestino derecho a oír y a ser oídos, a oler y a ser olidos! No teman, persistan.

Imaginen, en un futuro no muy lejano (si nuestros movimientos tienen éxito), cómo pensarán de la sociedad actual, retrógrada, represora de nuestro mundo interno, empeñada en inmiscuirse hasta en los detalles más personales de nuestra poliaromática vida. Se burlarán de este tiempo, por la ignorancia y lo primitivo, pero, recordarán, con monumentos, a todos aquéllos valientes hombres y mujeres que dieron de sí al mundo, sin importarles su opinión.
Es esta, una batalla ya ganada. En algún punto d nuestra gran historia ordenamos al mundo de manera que nos fuera útil, el gas nos parece feo pues había que distinguir el olor de la mierda del de la comida, a estas alturas, quien no lo pueda distinguir, que se lo coma.

¡Adelante!  (¡y atrás!)


1 comentario: