Fuentes nada inermes en derredores imaginarios
Entrando tubularmente hasta tu sien más corporal
Dictandole así a tu mente
A destajo
Lo que incide y coincide
Lo que revienta y lo que atormenta
Coméntote así quienquieraqueseas
Lo que acontece del otro lado del paraíso
Cruzando el mar de las palabras
Por el cauce de un río soberbio
Tres pasos delante de tus miedos.
Hay en ese prado
Una casa blanca
Con una laguna adentro
(Toda fresca y brillante)
Y te acuestas
En la hamaca del tiempo
Y a pesar del mareo (¿o gracias a él?)
La risa
te regresa inmune
capullo invencible
y te amarra
lazo total
con algo que nunca ha dejado de ser
aunque hablen el tiempo y el espacio
Me vi transportado a un paisaje que ya había visto antes. Una sensación de postal o show de viajes me llenó la nariz. Muy poco a poco empiezo a distinguir los sonidos. Una gaviota. El mar al fondo. Olor a sal. Un piso de adobe gris, fresco como lechuga. (Y mis pies desean desnudarse). Una pendiente con una casa blanca como el yeso contrasta con el mar de lejos y al fondo. Debe ser Grecia o Italia. O el puto paraíso.
Cruza por mi cara una joven rarísima, con una cara de anuncio de revista de shampoo para bebés de los años 50, ya saben pintado a mano con pintura de agua. Y un vestidito muy la Monroe, con unas piernas de caricatura. Pasa girando y cantando (en algún otro plano de la existencia) solo se ve como se mueve la boca. Como un musical en mute. Me doy cuenta que soy no sé qué actor de Hollywood rondando los 50, y vestido de un lino elegantísimo y un sobrero con listón negro, camino a la carrera, en persecución de la bailadora güera.
Ya hacía algunos minutos que se había convertido en el set ¿africano? De la película de almuerzo al desnudo, con todas sus escaleras, y sus calles estrechas (no recuerdo el mar), gris café con ropa blanca y de sábana. Perdí para siempre a la güera esa, y me encontré en cambio, con una prostituta/bruja/asesina de nariz torcida e interiores sucios... ( lo de asesina solo lo sé porque me lo dijo ella.)
Me dijo que un día, había encontrado a un joven, buscando a una princesa de otro tiempo, que apurado le preguntaba: ¿pero donde está mi giratorio objeto de deseo? Ella no lo sabía pero supuso que con un poco de imaginación podría mantener su reputación de bruja (los otros dos trabajos la dejaban francamente agotada) y le contó una historia sobre dos amantes separados por el tiempo y una bailarina rusa que acabó en el circo a la merced de un viejo malvado, que la tocaba cuando nadie veía. Y entre lo de la bailarina y el circo la bruja tronó los dedos. Y pum, estaba francamente hipnotizado, era el espectáculo en primera fila de mi cuerpo bajo otra mente. La culera fue fiel a su palabra, y me acabó de contar.
Que sólo mataba a veces. Casi siempre por placer. Que no era nada personal. Y que todo sería muy rápido. (como una colonoscopía). Que en un tris estaría en el cielo (o en cualquier otra fantasía que me hubieran educado para tener).
Desperté rápido por la sola mención de colonoscopía